Chris Cornell – Scream
Supongo que los últimos años no deben haber sido fáciles para Chris Cornell, al menos en el terreno musical. Ver como se iba al traste Audioslave, el grupo que formaba junto a ex-componentes de Rage Against the Machine, y comprobar con su segundo álbum, «Carry On» que su carrera en solitario no terminaba de despegar (al menos no como él hubiese querido) es algo que no sienta bien a nadie. Si a esto sumamos un pasado glorioso e irrepetible a principios de los 90 al frente de Soundgarden y la llegada de la crisis de los 40, la cosa se puede liar.
Por lo visto, Chris había acudido al productor Timbaland para remezclar canciones de su álbum «Carry On», pero Timbaland lo lió para grabar un disco entero bajo su producción. Cornell parecía bastante contento con el resultado, de hecho no dudó a la hora de comparar «Scream» con (atención) «The Dark Side of the Moon», de Pink Floyd, o «A Night at the Opera», de Queen, ahí es nada.
Pero centrémonos ahora en lo que nos ocupa, las 13 canciones de «Scream». El disco arranca con una sintonía en plan 20th Century Fox, con trompetillas y eso, seguida de una voz distorsionada que nos presenta al cantante. «Part of Me», que así se llama el primer tema, recuerda en ocasiones al rollo Michael Jackson (que en paz descanse) tipo «Billie Jean», aunque salvando las distancias. Ritmos bailongos «made in Timbaland» y un estribillo que dista y mucho del viejo Cornell romántico («No, esa zorra no es parte de mí» rezan las letras). Lo mejor el vídeo que acompaña al tema, que no tiene desperdicio por surrealista, vaya. La percusión es la mejor baza del siguiente tema «Time», pero no puede evitar el descalabro que ya sigue con «Sweet Revenge». Los teclados a veces parecen de coña, los falsetes en plan «hey», «au» y demás onomatopeias son excesivos, y la duración de los temas, excesiva para algo que pretende acercarse al pop más bailable. Timbaland lo mezcla todo para hacer un batiburrillo en el que sólo faltan unos palmeros. «Enemy» es la canción más guitarrera junto a «Climbing Up the Walls», y ambas son las más parecidas a lo que hacía antes Chris (si le quitamos los sonidos sobrantes de Timbaland) .
El gran problema del álbum es que quiere aspirar a mucho y consigue muy poco. Probablemente el señor Timbaland hay logrado algún récord de samples y cacharros sonando, a menudo descoordinados. Hubiese bastado con un single a modo de curiosidad, pero un álbum de más de una hora es totalmente excesivo y muy pesado. Si al menos Chris Cornell aprendiese unos pasos en plan fama…
Por lo visto, Chris había acudido al productor Timbaland para remezclar canciones de su álbum «Carry On», pero Timbaland lo lió para grabar un disco entero bajo su producción. Cornell parecía bastante contento con el resultado, de hecho no dudó a la hora de comparar «Scream» con (atención) «The Dark Side of the Moon», de Pink Floyd, o «A Night at the Opera», de Queen, ahí es nada.
Pero centrémonos ahora en lo que nos ocupa, las 13 canciones de «Scream». El disco arranca con una sintonía en plan 20th Century Fox, con trompetillas y eso, seguida de una voz distorsionada que nos presenta al cantante. «Part of Me», que así se llama el primer tema, recuerda en ocasiones al rollo Michael Jackson (que en paz descanse) tipo «Billie Jean», aunque salvando las distancias. Ritmos bailongos «made in Timbaland» y un estribillo que dista y mucho del viejo Cornell romántico («No, esa zorra no es parte de mí» rezan las letras). Lo mejor el vídeo que acompaña al tema, que no tiene desperdicio por surrealista, vaya. La percusión es la mejor baza del siguiente tema «Time», pero no puede evitar el descalabro que ya sigue con «Sweet Revenge». Los teclados a veces parecen de coña, los falsetes en plan «hey», «au» y demás onomatopeias son excesivos, y la duración de los temas, excesiva para algo que pretende acercarse al pop más bailable. Timbaland lo mezcla todo para hacer un batiburrillo en el que sólo faltan unos palmeros. «Enemy» es la canción más guitarrera junto a «Climbing Up the Walls», y ambas son las más parecidas a lo que hacía antes Chris (si le quitamos los sonidos sobrantes de Timbaland) .
El gran problema del álbum es que quiere aspirar a mucho y consigue muy poco. Probablemente el señor Timbaland hay logrado algún récord de samples y cacharros sonando, a menudo descoordinados. Hubiese bastado con un single a modo de curiosidad, pero un álbum de más de una hora es totalmente excesivo y muy pesado. Si al menos Chris Cornell aprendiese unos pasos en plan fama…
Calificación: 3