Listas: Mis 10 discos favoritos de 2009
Pues bien, dicho esto y que espero que aceptéis mis disculpas por mi dejadez en los últimos meses, aquí sigo escribiendo para los que hayan decidido no marcharse todavía.
Empieza un nuevo año y es tiempo de listas en el terreno musical. Como siempre, soy el último en realizar la mía, qué se le va a hacer. Así pues, y sabiendo que damos por terminada la primera década del siglo en el que vivimos, empiezo mi repaso a los que considero mis 100 discos favoritos de la década. Ello supone una tarea difícil de abarcar, por lo que he decidido realizarla en 10 entregas, tantas como años llevamos de este siglo 21. Notaréis que faltan discos que consideraréis imprescindibles y habrá otros que vosotros no pondríais, pero las cosas son así. Hay muchos discos que por supuesto no he escuchado y he decidido ser sincero (si me ha marcado un disco de Junco no dudaréis en que lo pondré). Al fin y al cabo, los discos que acaban formando parte de nuestras vidas nos eligen a nosotros y no al revés.
Empezamos por el 2009, con una clara protagonista, Natasha Khan o, lo que es lo mismo, Bat For Lashes.
10. Depeche Mode – Sounds of the Universe
Cuando hablamos de Depeche Mode, hablamos de una de las bandas más grandes e influyentes de todos los tiempos. No les queda ya nada por demostrar y, sin embargo, siguen evolucionando. Un pequeño tumor maligo y alguna que otra lesión sobre el escenario no han impedido que Dave Gahan siguiese al pie del cañón durante el pasado año. «Sounds of the Universe» es Depeche Mode en 2009, un grupo sin miedo a nada que sigue atreviéndose con todo. «Wrong», el primer single del disco, es una de las mejores canciones de su carrera, mientras que «Hole to Feed», «Fragile Tension», «Come Back» o «Corrupt» confirman que los de Essex siguen en plena forma.
Una banda que se formó originalmente como un proyecto puntual de su cantante, Michael Angelakos, para regalar un puñado de bonitas canciones a su novia el día de San Valentín, se ha convertido en una de las sorpresas del año. Passion Pit suenan electrónicos y pop, divertidos y emotivos a un tiempo. «Sleepyhead», «The Reeling», «Moth’s Wings», «To Kingdom Come» o «Little Secrets» suenan tan inclasificables como contemporáneas. Los sintetizadores nos transportan a un increíble mundo sonoro en el que todo puedo suceder. No me pidáis que ponga etiquetas porque resulta imposible. Una gozada para los oídos.
8. IAMX – Kingdom of Welcome Addiction
Probablemente el nombre de IAMX os suene poco o nada. Tras él se esconde Chris Corner, antiguo miembro y cantante de Sneaker Pimps. En este su tercer álbum, Corner se atreve con todo y, en ocasiones, lo borda. «Kingdom of Welcome Addiction», tema que da título al álbum, es, según el artista, un homenaje a España, país de excesos donde los haya. Mezclar castañuelas con sonidos a lo Depeche Mode sin resultar hortera no es tarea fácil. Pero es que además de ese grandioso tema, están «Tear Garden» (dedicado a Berlín, la ciudad que le acoge desde hacer algunos años, y con un toque cabaretero alucinante), «I Am Terrified», «The Great Shipwreck of Life» («a los amantes que dejamos atrás, los días malos, las grandes noches, en el gran naufragio de la vida todos nos hundimos»), «My Secret Friend» (junto a Imogen Heap) o el temazo «Think of England» (ya le gustaría a Matthew Bellamy haberla escrito él). Muy pronto llenará estadios. Quedáis avisados.
7. Love of Lesbian – 1999 (o cómo generar incendios de nieve con una lupa enfocando a la luna)
Lo del grupo liderado por Santi Bálmes no tiene nombre. En sólo cinco años han publicado tres discos enormes y han grabado su nombre en la historia de la música española. Este «1999» sigue la línea de su anterior trabajo «Cuentos Chinos para Niños del Japón», pero hay una historia de amor de fondo que se cuenta a través de las 14 canciones que componen el álbum. El álter ego de Santi, John Boy, es capaz de hacernos corear sus canciones («Club de Fans de John Boy»), de emocionarnos («Segundo Asalto»), de divertirnos («Algunas Plantas», «Te Hiero Mucho») o de poner a todo el público en pie para silbar y entonar un pa-uh pa-uh pa-uh pa-uh pa-uh pa-uh pa-uh pa-uh pa-uh yeah! («Incendios de Nieve»). Y en directo son todavía mejores y unos cachondos mentales. Chapeau.
Tanto mirar hacia el otro lado del charco cuando aquí al lado teníamos un diamante en bruto. Tras dos discos autoeditados seguía siendo un desconocido hasta que llegó «Heavenly Hell». Casi 3 años de grabación para que el mallorquín Lluis Albert Segura, junto al productor Antoni Noguera, diese forma a 10 canciones que repasan todos los matices del pop y del rock anglosajón más tradicional. Además se hace acompañar de un puñado de buenos músicos sobre el escenario, de ahí que uno de sus puntos fuertes sea el directo. Una joya de las que escasean en el panorama nacional y una delicia para los oídos. Probablemente Chris Martin se muera de envidia cuando escuche «Stop the Clocks».
5. Animal Collective – Merriweather Post Pavilion
Pese a tener una de las portadas más horrorosas del año (todo hay que decirlo), el último trabajo de Animal Collective ha cautivado a crítica y público por igual. Quizás será el himno «My Girls» (algunos lo han calificado como su «Good Vibrations» particular), quizás el gozoso ritmo de «Summertime Clothes» o «Brother Sport», pero el caso es que han conseguido que su octavo álbum de estudio se haya convertido en su obra maestra a ojos de la gran mayoría del público.
Nadie dijo que ser «indie» fuese tarea fácil. Pero es que escuchas «Two Weeks» y es imposible no caer rendido a los pies de Grizzly Bear. Esos coros angelicales, esos uoh-uoh’s, una melodía perfecta… una obra maestra, vaya. Pero hay mucho más que descubrir en «Veckatimest». Hacen falta varias escuchas para quedarte con él, pero «All We Ask», «Ready, Able» o «While You Wait for the Others» bien merecen nuestro tiempo y atención. Alguien dijo que, de haberse publicado hace 50 años, ahora mismo sería ya un clásico indiscutible, pero lo cierto es que, le pese a quien le pese, ya lo es.
3. Phoenix – Wolfgang Amadeus Phoenix
Lunes por la mañana. Hace un día de mierda y encima hay que ir a trabajar. Pero empieza a sonar «Lisztomania» y todo se llena de energía positiva. Eso es lo que han conseguido estos franceses, uno de esos discos (no hay muchos así) que levantan los ánimos y lo llenan todo de optimismo en tiempos de crisis. Si no os resulta suficiente «Lisztomania» (dudo que haya persona en el mundo viva que se resista a mover los pies cuando suena esta canción), completan el pastel, entre otras, «1901», «Lasso», «Rome» o «Girlfriend». Un soplo de aire fresco directo a nuestros pies y nuestros corazones.
2. Dredg – The Pariah, the Parrot, the Delusion
Si hay una banda en el panorama actual que vaya a contracorriente, esos son Dredg. Después de deslumbrar a medio mundo con «El Cielo» (2002) y «Catch Without Arms» (2005), se desmarcan con una apuesta cuando menos peculiar. Inspirándose en el ensayo de Salman Rushdie «A Letter to the Sixth Billionth Citizen», los californianos paren un disco soberbio y maravilloso. «Quotes», «Cartoon Showroom», «Mourning This Morning» o la genial «Information» (esos oh-oh-oh’s son increíbles), junto a pequeñas piezas tituladas «Stamp of the Origin» (la que cierra el álbum puede hacer llorar al más pintado), forman un álbum con mayúsculas, de los que hay que conservar como preciados tesoros.
La más grande. Me he enamorado de Natasha, no he podido evitarlo. Por si no fuese suficiente el haberle escrito una canción maravillosa al personaje protagonista de «Karate Kid», «Daniel», en «Two Suns» todos los temas son de una belleza brutal. «Two Suns» habla de los opuestos, de la necesidad del bien y del mal, de Natasha y de su álter ego Pearl. Pearl, cuyo nombre se debe a una canción que Robert Mitchum cantaba en la mítica película «La Noche del Cazador», es el lado autodestructivo de Natasha. Es también su lado más festivo y superficial, el que le permite convertirse en «una más». Con el menor número de músicos e instrumentos posibles, «tal y como un artista pintaría un lienzo» (en palabras de la artista), Bat For Lashes deslumbra con la belleza de sus composiciones. «Glass»,»Daniel, «Sleep Alone», «Two Planets» o «Pearl’s Dream» nos sumergen en una especie de hipnosis que nos traslada al fantástico mundo de la artista. No se puede explicar con palabras. Un disco que constituye una de las más bellas declaraciones de amor a la música jámas escrita.