Thirty Seconds to Mars, Altice Fórum Braga, 11-09-18
Creo en las segundas oportunidades. Ha tenido que pasar un tiempo (más de un lustro) y llegar un disco que ha superado las expectativas que tenía en la banda («America», 2018) para que haya vuelto a darles una nueva oportunidad a Thirty Seconds to Mars. La primera tenía lugar en 2011, cuando el trío liderado por el oscarizado actor Jared Leto tocaba en el festival NOS Alive, en Lisboa. Por aquel entonces, el trío liderado por Leto venía de publicar «This Is War» (2009), un álbum que marcó un antes y un después en la carrera de la banda con sus coros multitudinarios (invitaron a sus propios fans para grabarlos), sus «uoh-uoh’s» y su deseo de convertirse en un gran grupo de rock de estadios. Ya entonces, los norteamericanos no disimulaban haciendo un excesivo uso de bases pre-grabadas que dejaba a los instrumentos «reales» y propios de una banda de rock (guitarra y batería, sobre todo) en un segundo plano.
Asumiendo ya el tipo de concierto que iba a ver, más enfocado al espectáculo que a la música en directo propiamente dicha, nos plantamos en Braga para ver el primer concierto que se celebraría en un nuevo recinto, el Altice Fórum Braga, con capacidad para 12000 personas. Seamos honestos, el Altice Fórum Braga es, en realidad, un recinto para albergar eventos como ferias o salones expositivos, pero no un espacio para conciertos. Había varios tipos de entradas, básicamente entradas de pie, palco y las llamadas «Golden Circle» (en realidad no existía ningún círculo). Afortunadamente, por casualidades de la vida, en su día compré entradas para el «Golden Circle» (la diferencia entonces no era mucha, creo que no llegaba a los 10 euros), porque de no ser así, no hubiésemos visto absolutamente nada. Un montón de vallas separaban a los poseedores de una entrada de platea de pie (injustamente relegados al fondo del pabellón habiendo pagado un buen dinero por su entrada) de la enorme zona del «Golden Circle».
Tras una espera de varias horas, accedimos al recinto. Una vez dentro, la masiva afluencia era tal que el calor era insoportable, y desplazarse al bar o a los baños casi inviable.
Después de escuchar a Xande, acertado telonero portugués que calentó el ambiente con temas como «We’re Bad News», de su EP de debut «It Is What It Is», Shannon Leto (hermano de Jared y la otra mitad del ahora dúo, tras la marcha de Tomo Milicevic, guitarrista de la banda, hace unos meses) salía a escena mientras sonaba la instrumental «Monolith» (tema que da nombre a esta gira) y se unía con la percusión sobre la marcha. Pronto saldría la gran estrella, Jared Leto, con una de esas coloristas e imposibles túnicas puesta (en Demis Roussos no quedaban igual) para cantar «Up in the Air». Desde el primer momento hubo espectáculo: globos de colores, confeti y un Leto pletórico que no dejaba de animar al público y convertir muchos de los estribillos en un multitudinario karaoke. A un lado del escenario, un poco escondido, Jamie Reed Schefman y su guitarra, lo que viene a ser un «touring member», un miembro más del grupo durante sus giras.
Leto venía dispuesto a contentar a los fans portugueses. «Kings and Queens», «This Is War» o «Dangerous Night» hicieron las delicias de los presentes, con el indiscutible poderío vocal de Leto y su carisma brillando por encima de sus compañeros de escenario. Echó la vista atrás para recuperar «From Yesterday», de la primera etapa más «emo» de la banda, pero que sigue manteniendo el tipo dentro de su repertorio actual.
El aspecto de Leto sobre las tablas es, ahora más que nunca, el de una especie de Mesías que, además, parece haber hecho un pacto con el diablo. Porque el actor sigue teniendo ese algo de adolescente que era (y sigue siendo) buena parte de su público. Por supuesto, Leto es la estrella del show. El que se queda en primer plano, el que ofrece el micrófono al público para cantar y el que pide saltar, aplaudir o agacharse (nunca entenderé esa vocación frustrada de monitor de fitness que tienen algunos cantantes). Quizás el grupo debería empezar a llamarse desde ya Jared Leto and the Seconds to Mars.
Después de «Do or Die», del que probablemente sea su álbum menos acertado en los últimos años, «Love Lust Faith + Dreams» (el primero hace tiempo que lo han apartado de sus conciertos), llegaba uno de los puntos álgidos de su nuevo álbum, «Love Is Madness». Aunque en el disco le acompaña la cantante Halsey, en este concierto se enfrentó solo a la canción (a menudo le acompaña algún vocalista invitado del país en el que toca), saliendo sobradamente airoso del desafío. «Hail to the Victor» y «City of Angels» daban paso a otro momento cumbre del espectáculo, la esperada «Rescue Me», que tuvo una acogida espectacular entre los presentes. No desmereció en absoluto tampoco «Hurricane», otro de los éxitos indiscutible de Thirty Seconds to Mars.
En «America» (2018), Shannon Leto canta por primera vez una canción, «Remedy». Posiblemente la más floja del disco, pero que da pie a que él también disfrute de sus 3 minutos de gloria sin ser eclipsado por su hermano. Para la traca final quedaban «Live like a Dream», «The Kill (Bury Me») o el primer single de su último disco, la coreadísima y épica «Walk On Water».
Jared Leto comenzó entonces a proponer a la gente que se subiese al escenario. Muchas manos alzadas, aunque no todas fueron elegidas. Hubiese sido un bonito gesto espontáneo de no ser porque no sé si todos, pero al menos sí una parte de ellos, habían adquirido ese derecho al comprar una entrada VIP al precio de, ojo, más de 600 euros (una pulsera especial las distinguía de los demás). Claro está que además de eso, ese pase VIP (había varios tipos) permitía conocer al grupo en persona, sacarse una foto con ellos o incluso ver el concierto desde un lateral compartiendo escenario con el grupo.
La canción elegida para despedirse fue la multitudinaria «Closer to the Edge», con miles de personas coreándola bajo una lluvia de confeti. Jared Leto prometía volver a Portugal el próximo año antes de dejar el escenario entre decenas de fans que pedían un bis que no tuvo lugar.
Thirty Seconds to Mars son una banda espectáculo. Sus conciertos no destacan por lo bien que tocan en directo, sino por el show y la diversión. Fans entregados como pocos y toda la parafernalia que rodea a bandas como Muse o Coldplay. Si uno se deja llevar y va concienciado de lo que va a ver, un concierto de Thirty Seconds to Mars es una de esas experiencias que debe vivirse al menos una vez en la vida.