Una de cine: «Drive» (2011)
Quienes se hayan pasado en más de una ocasión por este blog habrán notado que contadas son las ocasiones en las que aquí se ha hablado de cine. Normalmente, además, si se ha hecho ha sido en relación a su banda sonora o su relación con el mundo de la música. Pero siempre hay excepciones que confirman la regla. Y es que de «Drive» se va a hablar (y mucho) en los próximos meses).
¿Cómo podría hablaros de «Drive» sin destripar su argumento? Ahora es cuando recuerdo porque me resulta tan complicado escribir reseñas de películas. El protagonista, encarnado por el nuevo actor de moda Ryan Gosling, es un conductor profesional. Trabaja como doble en escenas de películas de acción y algún que otro encargo particular y al margen de la ley. A partir de ahí, tenemos la clásica historia de chico que conoce a chica y se mete en líos por ella.
Ya veis que no tiene un argumento, a priori, novedoso, pero el caso no es sólo qué se cuenta sino cómo. El director es el danés Nicolas Winding Refn, poco conocido por aquí pero que en su Dinamarca natal se erigió como realizador de culto gracias, en buena parte, a la trilogía de «Pusher», que ha sido comparada con la mítica serie «Los Soprano». Con un presupuesto relativamente bajo teniendo en cuenta lo que se gasta en este tipo de producciones en EEUU (13 millones de euros, que ya se han triplicado en la taquilla y siguen sumando), Winding filma una película de acción digna del mismísimo Michael Mann y sin nada que envidiarle.
Claro que buena parte del mérito de la película la tiene su gran reparto. Desde el protagonista, Ryan Gosling (que ya puede ser considerado digno sucesor de nombres mayúsculos como De Niro o Pacino y al que seguimos desde su gran interpretación en «Half Nelson» (2006), que le valió una nominación a los Oscar como mejor actor secundario), capaz de enfrentarse a lo que le echen y más y con una presencia en cámara siempre apabullante, hasta Carey Mulligan, su contrapunto, encantadora como siempre y a la que la cámara, literalmente, adora, pasando por un secundario enorme como Bryan Cranston («Breaking Bad»), brillante en todo lo que hace. Además, están Albert Brooks (al que recordaréis como el compañero de trabajo de Cybill Sheperd en «Taxi Driver»), que nos ofrece una interpretación que nada tiene que ver con la faceta agradable que suele mostrar en comedias de medio pelo, Ron Perlman («Hellboy») en un papel muy acorde con su físico «brutote», y la ciudad de Los Ángeles, que aquí se convierte en protagonista de la cinta (sobre todo en su faceta nocturna). Pero sería injusto no reconocer que sin Ryan Gosling no habría película. Gosling es capaz de dotar a su personaje sin nombre de una gran ternura al mismo tiempo que mantiene un carácter violento dispuesto a lo que sea por defender a los que quiere y a sí mismo (llamadle supervivencia si queréis), componiendo un enorme personaje que en ocasiones podría recordar al de «Taxi Driver», aunque despierta mucha más empatía (yo diría que casi total) en el espectador.
Otra de sus virtudes es su nada disimulado encanto ochentero. Desde la tipografía de sus créditos iniciales, la Mistral de toda la vida en color púrpura, hasta la música, pasando por ser capaz de evitar sin esfuerzo toda referencia temporal que pudiese situarla en un momento concreto de las últimas décadas. En la banda sonora cien por cien synthpop cabría destacar el genial corte de Kavinsky, «Nightcall», que suena en los créditos iniciales, «Under Your Spell», de Desire, o «A Real Hero», a cargo de College & Electric Youth. Su virtud, además, es que las letras de estas canciones dicen a menudo lo que no dicen los diálogos de sus personajes. Mención aparte también merece el score, que corre a cargo de Angelo Badalamenti. El colaborador habitual de Lynch (las bandas sonoras de «Twin Peaks», «Blue Velvet» o «Mulholland Drive» son obra suya) firma una música a menudo hipnotizadora que no hace sino reforzar la tensión presente a lo largo de la película.
Y es que todo en «Drive» funciona como una maquinaria de relojería suiza y perfectamente engrasada con influencias del Michael Mann más ochentero, responsable de cintas como «Ladrón» (1981), y que también recoge elementos del personaje de Ryan O’Neal en «The Driver» (1978), de Walter Hill. Pero, sobre todo, «Drive» se basa en la novela homónima escrita por James Sallis, de la que no podría decir más aunque quisiese ya que no he tenido la oportunidad de leerla.
Se agradece también que todo en ella dura lo que debe durar, es decir, que no se alarga como sucede a veces en este tipo de películas más allá de las 2 horas, sino que la historia se resuelve en poco más de 90 minutos en los que se disfruta de cada fotograma.
«Drive» contiene además escenas memorables (ojo: spoilers) (el paseo en el coche de Ryan Gosling y Carey Mulligan, la escena del ascensor, que contiene en un mismo momento y lugar lo más romántico y lo más violento de toda la película o las escenas de persecuciones en coche) y su director Nicolas Winding Refn se llevó el premio al mejor director en el pasado festival de Cannes, cuyo jurado presidía este año el mismísimo De Niro.
En pocas palabras, «Drive» es todo lo que uno desearía ver en una pantalla de cine y pocas veces ve. Hay emoción, tensión hasta el final, y es un film en donde los malos son muy malos, pero los buenos pueden llegar a ser peores y seguir contando con todo nuestro apoyo. ¿La mejor película de acción desde «Heat» (1995)? Es posible. En todo caso es una de las mejores de los últimos años y por supuesto de este 2011.
«Drive» se estrena en diciembre en los cines españoles.