En 2011, Kike Maíllo estrenó su primera película, «Eva». Con ella demostró que, con imaginación y talento, también podíamos hacer ciencia-ficción en España, aún estando lejos de los presupuestos que se manejan en Hollywood. La Academia de Cine española nominó la película en 12 categorías, que resultaron traducirse en 3 Premios Goya y, así, Maíllo se convirtió en uno de los cineastas más prometedores del panorama español.
Cinco años después, Maíllo vuelve a atreverse con un género poco habitual en el cine español. Y es que, por mucho que la quieran englobar dentro de una categoría tan manida y amplia como es el «thriller», «Toro» (2016) es puro «neo-noir». ¿Qué es el «neo-noir»? Pues digamos que es un cine negro que ha actualizado visual y estéticamente su temática, diferenciándose así de los clásicos de los años 40 y 50. «Drive» (2011) o «Brick» (2005) son dos buenos ejemplos de este género.
Un reparto de lujo que representa a tres generaciones distintas de actores (José Sacristán, Luis Tosar y Mario Casas), es el encargado de dar veracidad a la historia. El punto de partida es ya un clásico: un chaval metido en un oscuro mundo de delincuencia y corrupción, decide dejar ese modo de vida. Como se suele decir, el pasado siempre vuelve, más si tu hermano es experto en meterse en problemas y esos problemas te meten en un lío con un mafioso como el que interpreta José Sacristán.
A partir de ahí, los aspectos más clásicos del género: persecuciones, venganza, robo… Pero todo ello contado de una manera muy personal y visual. Esa marca de identidad propia se hace patente desde los títulos de crédito, acompañados de la canción «Sangre y Alquitrán», compuesta por Joe Crepúsculo y cantada por Soleá Morente. Inspirados visualmente en los de series como «True Detective», son sencillamente deslumbrantes. La música de Joe Crepúsculo, que firma la banda sonora, también se convierte en un personaje más, manteniendo el pulso y la tensión a lo largo de la película.
José Sacristán vuelve a deslumbrar en su papel de mafioso, demostrando que a su edad todavía puede seguir dando lecciones desde la gran pantalla. Tosar es uno de los actores más camaleónicos de nuestro país y dota de veracidad y sentimiento su papel de hermano cobarde y padre accidental. Pero la sorpresa la da Mario Casas. Como ya ha venido demostrando con su rol policíaco en «Grupo 7» (2012) o con su vis cómica en «Las Brujas de Zugarramurdi» (2013) y «Mi Gran Noche» (2015), Casas se confirma aquí como un actor capaz de llevar el peso de la película sobre sus hombros, encarnando a un tipo duro y violento capaz de todo por su familia y que busca la redención a través del amor.
No podemos olvidar tampoco a Ingrid García Jonsson, que pese a sus pocos minutos en pantalla, roba cada plano en el que aparece; y ojo con José Manuel Poga, que borda su papel de secuaz número uno de Sacristán.
Es indiscutible que el film maneja referencias clásicas y reconocibles como «El Padrino» o «Taxi Driver», pero también posee el pulso visual y estético de directores como Winding Refn («Drive»). Algunos han criticado sus influencias pero, ¿acaso «La Isla Mínima» no recordaba a «Memories of Murder»? ¿O «El Desconocido» no era algo así como la suma de «Última Llamada» y «Speed»?
Parecía imposible rodar algo así en España, bañarlo de aires andaluces y cubrirlo de imaginería religiosa, convirtiendo de paso un edificio de Torremolinos en una fortaleza inexpugnable. Kike Maíllo logra de nuevo un film atípico, un «rara avis» dentro del cine español que con el tiempo, seguro, se convertirá en una película de culto. Lástima que algunos sigan empeñados en que lo que viene de fuera siempre es mejor.